El sentido del gusto no está sólo en el paladar. Losalimentos se saborean también con el olfato, la vista y el oído. Por eso, no resulta casual que la industria alimentaria haya caído en también en las redes del diseño. Para que el queso luzca perfecto sobre las rebanadas de pan, para que los espaguetis se fundan con la salsa que los recubre, o para que las galletas de mantequilla tengan el crujido adecuado al morderlas, ha surgido la figura del“diseñador de alimentos”, cada vez más demandado por los marcas de alimentación.
Y es que el consumidor actual es cada vez más difícil de contentar y hay que conquistarle a través de los cinco sentidos. “De cien ideas de productos, sólo cinco terminan saliendo al mercado. Y se esas cinco, cuatro fracasan”, explica Werner Mlodzianowski, director del Centro de Tecnología Alimentaria de Bremerhaven, en el docuental Food Design, emitido recientemente por 3sat.
¿Cuál es entonces el secreto del alimento perfecto? “Es una combinación de elementos sensoriales y prácticos”, apunta Mlodzianowski. Lo que tiene buen aspecto, no es sólo más fácil de consumir, sino también de fabricar, añade.
Un ejemplo de que la fusión de elementos sensoriales y prácticos funciona en la industria alimentaria son las barritas de pescado. Ni por su sabor ni por su forma, recuerda este producto al pescado, pero quizás precisamente por ello es consumido también por las personas que aborrecen el pescado y por los niños. Además de satisfacer el paladar de la mayor parte de consumidores, las barritas de pescado se lo ponen también muy fácil a los fabricantes a la hora de producir y de envasar.
Las barritas de pescado son crujientes y éste es también uno de los factores que influyen en su éxito. El crujido, decisivo también en productos como las galletas, las patatas o los cereales, es asociado por el consumidor con la frescura del producto, señala Mlodzianowski. “Una galleta que está húmeda o que está próxima a la fecha de caducidad no cruje”, subraya.
El crujido de los alimentos es una de las herramientas más poderosas del “food design”. “Los sonidos que se producen en la mandíbula son extremos, ya que son directamente transmitidos desde los huesos hasta los oídos del consumidor”, indica Mlodzianowski.
Es evidente que nadie compra única y exclusivamente un alimento por el sonido que éste lleva asociado. Pero sí es cierto que la ausencia de sonidos irrita al consumidor. No en vano, el mordisco es el responsable del 60% de la experiencia del consumidor con los alimentos. Y es que en la industria alimentaria, al consumidor se le conquista no sólo por las papilas gustativas, sino también por el oído.
Para conseguir el crujido perfecto, algunos fabricantes de galletas cambian la forma del producto o le añaden más azúcar. En el caso del chocolate, el crujido perfecto se consigue mediante la perfecta fusión de ingredientes crocantes y cremosos.
Además del sonido, el color forma también parte del arsenal utilizado por las marcas para meterse en el bolsillo al consumidor. “El rojo es, por ejemplo, sinónimo de dulzura”, dice Mlodzianowski. En cambio, el color verde se asocia con los sabores ácidos, y el amarillo con el aroma a limón o a vainilla.
“Los colores constituyen hábitos aprendidos de antemano por el consumidor. Por eso, el cliente tiende a rechazar sistemáticamente los alimentos de colores no naturales. Es muy poco probable, por ejemplo, que la patatas azules triunfen algún día entre los consumidores”, afirma Mlodzianowski.
En realidad, el diseño de alimentos, antaño tan afín a los colorantes y a los ingredientes artificiales, tiende cada vez más a la naturalidad, porque así lo demanda también el consumidor.