Declaradas Monumento Histórico Nacional en 1973 y en 1996, las instalaciones de la viña nos hablan de un Santiago antiguo, donde aún había amplias extensiones de siembras de diversa índole, en lugares que hoy resultaría imposible considerar.

La administración de esta viña, con más de 130 años de historia, ha sabido incluir hábilmente las bondades del recinto en el circuito turístico del vino. Se trata de construcciones que en su conjunto, son un fiel exponente de la arquitectura tradicional chilena, en el campo agro-industrial de fines de 1800.

 

Los Fundadores La viña fue fundada en el año 1875 por el entonces exitoso empresario minero, don Luis Pereira Cotapos, quien importó cepas desde Burdeos en Francia y contrató a enólogos franceses.

Su padre fue un destacado militar argentino, quien batallo en pos de la independencia tanto chilena como de su país. Por su parte, don Luís, diputado, senador, ministro y consejero de Estado, fue uno de los jefes más autorizados del partido conservador, quien le puso el nombre a la viña en honor a su esposa, doña Carolina Iñiguez Vicuña.

Ella, mujer de gran refinamiento y madre de diez hijos,  mantuvo su casa (el Palacio Pereira, en Compañía y San Martín) como un importante y selecto lugar de reuniones, de la sociedad santiaguina de la época.

Ya para la muerte de doña Carolina en 1930, la viña era propiedad de don José Olavarrieta e hijos, llegando a abarcar en aquella fecha desde la calle Pedro de Valdivia por el oriente hasta Vicuña Mackenna hacia el oeste y el Sanjón de la Aguada por el sur. Debido a la presión del avance urbano, los terrenos fueron vendidos más tarde, donde se construyeron por ejemplo la Villa Santa Carolina y diversas industrias. Actualmente el lugar esta reducido a las bodegas, edificios administrativos y anexos.

Las Bodegas En la construcción de las bodegas, se distinguen tres etapas: en la primera, entre 1877 y 1880, se construye el núcleo central de tres bodegas de superficie y la bodega subterránea. En el edificio de superficie se usa el adobe, con muros de un metro de espesor. Sus techos son de madera aislada con barro y están cubiertos con teja chilena.

La bodega subterránea, construida bajo la bodega poniente, está formada por una bóveda simple con un arco carpanel. Sus muros son de piedra canteada o redondeada, la bóveda es de ladrillo y el piso es de tierra apisonada. Este tipo de construcción se usaba para mantener las temperaturas estables durante todo el año y así envejecer el vino de la mejor manera.

En 1888 se techa el patio de las bodegas de superficie y se amplia el subterráneo bajo el gran patio central. Las nuevas bodegas se caracterizan por sus bóvedas  formadas por arcos de carpanel y medio punto, hechos sobre pilares. Es una construcción de ladrillo, unido con mortero de cal y arena.

La tercera etapa se inicia en 1898 con la construcción proyectada por el arquitecto Emilio Doyére (Palacio de los Tribunales, etc.), quien agrega una fachada de siete frentes, de estilo neoclásico; además de otras bodegas y  la conformación actual del patio central.

La Casa Patronal Construida en 1870 de adobe y madera. Al contrario de lo que se pudiese pensar, la Familia fundadora nunca vivió aquí; más bien fue el lugar de habitación de los enólogos y de los administradores de la viña. Sus pilares de madera y sus muros blancos se organizan en torno al espacio central, donde se encuentra una palma chilena, de más de cien años. Hacia el oriente había una puerta (hoy una ventana) por donde los trabajadores recibían una galleta o un pan grande, además de su ración de alimentos.

Actualmente la casa alberga a las oficinas de la empresa y solo se mantiene el salón, donde se hacen reuniones de directorio y se conservan retratos y objetos de la época, destacando el gran óleo de don Luis Pereira, pintado por Pedro Subercaseaux y el retrato de doña Carolina, entre otros.

Hacia el poniente, se conserva un parque de antiguos árboles, como olmos, una higuera, otra palma chilena y un pequeño parrón, que en su tiempo mantenía uvas de selección para la familia. Los Pereira Iñiguez acostumbraban a merendar en los alrededores de la casa, yendo hacia la chacra o hacia los viñedos. La chacra era una avenida grande con parronales, donde doña Carolina gustaba de ir los domingos a tomar el té. Aquí estaban además las casas de los inquilinos, las caballerizas y animales del predio.

Al lado de la casa había una capilla, donde los trabajadores debían ir antes de su labor en el tiempo de las misiones (al menos dos semanas al año). Hoy esta destinada al casino de los operarios.

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