Historia
En 1870, los hermanos José Dolores y Encarnación Guzmán heredaron de su madre la hacienda Santa Rosa de Lima. Hay registros de esa fecha de una casa de máquinas con caldera y motora de vapor. Cinco años más tarde era una de las pocas haciendas en las que perduraba el sistema de raspa «a fuerza de sangre». Hay constancia documental también de que en 1889 la familia Urcelay vende la hacienda a los hermanos García Fajardo, cuyas iniciales aparecen junto a la fecha 1901 en la chimenea de la nueva casa de máquinas, evidencia de instrumentos de raspa más modernos.
Tras la reforma agraria de 1937, que implicó la expropiación de la tierra, primero, y de la maquinaria después, sobrevino el descenso de la demanda de fibras naturales del mercado internacional, lo que dio lugar a que las haciendas productoras de henequén entraran en un precipitado declive; en pocos años Santa Rosa de Lima vio menguar su terreno de 3 465 hectáreas a tan solo 276.
Poco después de que la hacienda Santa Rosa de Lima dejara de raspar henequén, cayó en el abandono que duró unos treinta años. El ingeniero don Enrique Vales Monforte fue su propietario hasta 1996, año en que la propiedad pasó a manos de una empresa particular que la restauró y habilitó para darle nueva vida como exclusivo hotel de lujo.
A pesar de haber nacido como hacienda ganadera, Santa Rosa de Lima no conservó ninguno de los rasgos de aquella Época. Al filo del cambio de siglo, entre 1899 y 1909, sus propietarios erigieron la casa principal, la capilla, la casa de máquinas, las bodegas y la pagaduría; la casa del capataz y el dispensario.
La hacienda se organiza, como la mayoría de las haciendas de fines del siglo XIX y principios del XX, sobre un eje axial de norte a sur, al que remata la casa principal. Esta y la casa de máquinas forman una escuadra que delimita la plaza principal. En uno de los costados de esta plaza se encuentra el acceso para los trabajadores, y en el trayecto de este acceso a sus viviendas, la que fuera la tienda de raya. La iglesia y la escuela completan el conjunto.
La familia García Fajardo solía pasar largas temporadas en la hacienda, por lo que Está fue dotada -a diferencia de otras haciendas de la Época- de las instalaciones respectivas. La noria y su andén de techo de palma (palapa), el tanque de agua y sus vestidores a un lado, dan fe de ello.
Distingue los edificios de esta hacienda el diálogo de elementos coloniales con modernas formas geométricas en justo equilibrio entre la monumentalidad y la escala humana. Es notable, asimismo, por sus ejes bien marcados y sus amplios espacios abiertos, que organizan la estructura del pueblo en función de los procesos de la explotación de la fibra.
La hacienda a principios del siglo XXI
Nueva vida. La hacienda Santa Rosa de Lima fue habilitada para cumplir funciones del todo ajenas a su pasada existencia, pero conservando la espléndida atmósfera de la Época de auge del «oro verde», como se llamó a la fibra del henequén cuando Está llevó a los hacendados a la cumbre del Éxito económico. La restauración fue realizada en 1996 por el Arquitecto Luis Bosoms
Fotografía: José© Ma Alva Lefaure