Noviembre 13, 2023

Ramiro Cocina

En nuestro andar del día de ayer y continua búsqueda de espacios que realmente crean una experiencia, llegamos a Ramiro Cocina, ubicada en la misma casona de otra joya sobre la que escribimos una reseña hace un par de días: Café Créme… pues bien, la palabra que utilizamos para esta cocina es: ¡Fabulosa! Un restaurante muy pequeño que aprovecha al máximo cada centímetro.

Sobre su barra, alberga espacio para seis sillas y otras dos de frente a la misma, además de otras ocho en su pequeña terraza.

El movimiento, coordinación y sincronía por parte del equipo de cocina conformado por el chef, Alejandro Marcín, y su pequeño equipo de cocineros para la creación de cada platillo, asemeja un vals… desde el escuchar cantar la orden del chef, hasta que este emplata es sensacional, en pocas ocasiones he tenido oportunidad de vivir este espectáculo, una de ellas que permanecerá por siempre en mi recuerdo…

Otro gran detalle, que marca la diferencia, son los utensilios de cobre y barro, presentes en la cocina tradicional mexicana. El que más llamó mi atención fue el gran comal de barro que utilizan para cocer las tortillas, las cuales se elaboran a base de un maíz blanco nixtamalizado, que les hacen llegar todos los días de un pueblo cercano, su sabor, sin palabras, para quienes se han chutado algunas de mis reseñas de comida mexicana, saben que la elaboración de la tortilla es para mí lo más importante…

Pues bien, entremos a los detalles, el chef te recibe con este plato sencillo pero exquisito por los ingredientes 100% de origen que utiliza. Sobre una tortilla recién salida del comal, vierte un poco de crema ácida y queso fresco, ambos, ingredientes 100% naturales. En la primera mordida me llegaron cientos de recuerdos de mi infancia. ¡Wow! Este momento de verdad nunca lo olvidaré, tanto el queso como la crema, a decir del chef, vienen de un pueblito de Tabasco, de donde él es originario.

Como segundo tiempo, una quesadilla de calabaza fresca, buenísima, pero les debo la foto…

… y continuamos con una Quesabirria, que no tuvo nombre.

Decididos a probar todo el menú, continuamos con un platillo michoacano llamado Minguiche, elaborado a base de tomate fresco, queso Cotija, rajas de chile poblano con un toque de crema ácida y queso fresco… ¡Ufff! ¡Buenísimo!, y eso que no soy amante de las sopas y salsas rojas.

Pues bien, proseguimos con un mole verde con costilla de cerdo que me dejó sin palabras de lo increíble que estaba.

Y para rematar, y fieles a nuestro compromiso de no bajar la guardia hasta probar todo el menú, llegó el molote (plátano frito), acompañado de dos moles: rojo y negro con su toque de crema y queso fresco. La conjunción de haber probado estos tres tipos de mole, sumaron una experiencia verdaderamente sin igual y una degustación perfecta.

Por: José María Alva GBV

Y para concluir, un sorbete de mango con un muy ligero toque de ron.

Gracias chef, Alejandro Marcín, y a todo tu gran equipo por habernos regalado esta gran experiencia que permanecerá por siempre en el recuerdo y sobre todo, por representar de esta manera a nuestra gastronomía, sin duda, tendremos varias oportunidades para seguir disfrutando tus propuestas. Nos vamos muy contentos de haber encontrado esta joya en Mérida, muestra de que aún existen chefs y espacios comprometidos con la gastronomía y sus comensales, así que si visitas Mérida, Casa de Ramiro, se convierte en una parada obligada.
¡Recuerda hacer reservación!

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